EDITORIAL

Pasado, presente y futuro de la sanidad penitenciaria

Las prisiones no forman un mundo aparte, aunque posean características peculiares, son una parte de la sociedad y los problemas de salud pública de cada comunidad necesariamente deben tener en cuenta a todos los individuos que se encuentran en ella.

Es necesario que la sanidad penitenciaria mejore manteniendo los mismos criterios y la coordinación necesaria con la sanidad extrapenitenciaria.

De esta manera, rompiendo el aislamiento se favorece la integración de los profesionales y la asistencia de los enfermos tiene continuidad independientemente de que se encuentre en el interior o el exterior del centro penitenciario.

El proceso de transferencias ya se ha iniciado. Se han celebrado varias reuniones y se está trabajando además para mejorar todos aquellos aspectos encaminados a facilitar la coordinación entre la asistencia especializada y la atención primaria.

Ya ninguna autoridad sanitaria cuestiona que el concepto de salud pública carece de sentido si no se considera como parte fundamental la intervención que se desarrolla en los centros penitenciarios.

El abordaje de la infección por VIH, del SIDA y de sus patologías asociadas, fue y es ejemplar por parte de los sanitarios de la Institución. En las prisiones es donde se pudieron observar inicialmente el mayor número de casos y vosotros como profesionales fuisteis de los primeros en abordar su tratamiento, lo que supuso un gran esfuerzo de dedicación y formación para familiarizarse con toda la problemática de la enfermedad. En el momento actual este esfuerzo por estar al día se mantiene y eso revierte en unos buenos resultados de atención y seguimiento de esta patología.

Junto al tratamiento de la enfermedad se han desarrollado también actividades de educación para la salud, programas de reducción de daños, PIJ, metadona… Todas estas actuaciones, mantenidas en el tiempo, han conseguido que la prevalencia de infección por VIH en la Institución pase de un 22,7% en 1996 al 11,2% en 2004.

Del mismo modo, el programa de prevención de tuberculosis en el medio penitenciario es considerado por muchos como modelo de buena práctica y ejemplo a seguir en la sanidad pública.

La infección por el virus de la Hepatitis C representa un nuevo reto para la sanidad penitenciaria. Su elevada prevalencia en nuestro medio, las nuevas posibilidades de tratamiento y el interés de todos vosotros por mejorar la atención de estos enfermos, ha dado lugar a publicaciones y protocolos de manejo, así como a numerosas reuniones de coordinación con los especialistas de los hospitales de referencia de cada centro, que estoy segura que serán de gran utilidad para el desarrollo del trabajo cotidiano.

Por otra parte, todos somos conscientes de que en los últimos años están aumentando los enfermos con patologías psiquiátricas. El medio penitenciario es donde confluyen y se ponen de manifiesto los fracasos de la sociedad. Una red asistencial deficiente con recursos y apoyos sociales también insuficientes para abordar los problemas de salud mental de la población, ocasiona en algunos casos que estos enfermos mal controlados cometan un acto delictivo y acaben ingresados en un centro penitenciario. El origen del acto delictivo es su propia enfermedad y está claro que el mejor sitio para un enfermo psiquiátrico no es un centro penitenciario.

También está aumentando la patología psiquiátrica ligada al consumo de drogas. La patología dual está poniéndose de manifiesto tanto en el medio penitenciario como fuera de él.

Todo esto obliga por un lado, a profundizar en el conocimiento de la extensión real del problema y por otro, es necesario plantearse un abordaje multidisciplinar que atañe no sólo a los sanitarios del medio penitenciario, sino también al poder judicial y a los responsables sanitarios de las distintas CCAA. No es un problema que pueda resolver exclusivamente la Institución Penitenciaria.

La consideración de salud como el bienestar físico, psíquico y social de las personas, adquiere en nuestro medio una especial relevancia. Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad deben estar orientadas hacia la reeducación y reinserción social, siendo éste el fin primordial de la Institución Penitenciaria. Para esto es necesario detectar las carencias que cada ingresado pueda tener y derivarlos a los programas de intervención correspondientes. En este sentido se está promoviendo tanto la participación, como los programas formativos multidisciplinares.

Las carencias observadas son distintas en cada caso, pero en general se puede hablar de falta de educación y formación profesional, problemas de salud, estilos y hábitos de vida poco saludables, inadaptación social, falta de experiencia laboral, familias desestructuradas,… Muchas de estas carencias están relacionadas entre sí, por lo que su abordaje no puede ser realizado por profesionales de una sola área. Así el trabajo en equipo y multidisciplinar además de ser más efectivo, enriquece a cada uno de los profesionales que forman parte del equipo.

La Institución Penitenciaria ofrece a los profesionales sanitarios la posibilidad de enriquecer su actividad al integrarse en equipos de intervención para distintos programas: drogodependencias, salud mental, prevención de suicidios y aquellos otros en los que se considere interesante participar e incluso diseñar y poner en marcha.

Finalmente, quiero resaltar la profesionalidad que a pesar de las dificultades, siempre ha prevalecido entre los sanitarios, en los que prima por encima de todo el deseo de aliviar el sufrimiento de los enfermos y ayudarles a mejorar sus condiciones de vida.

 

Carmen Archanco López-Pelegrín
Subdirectora General de Sanidad Penitenciaria
Ministerio del Interior

 

CORRESPONDENCIA
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